
Ya sé que es raro, que es una fiesta estadounidense y que parece extraño que la celebremos.
Pero es una fiesta preciosa y cuando la conocimos bien, de verdad, no de la forma gastada y prototípica que aparece en las películas de Hollywood, nos pareció que si vale la pena celebrar algo, es ésto.
"Thanksgiving" significa literalmente "Dar las gracias". Es una fiesta de origen protestante que se remonta a los primeros europeos que se asentaron en la coste este de Estados Unidos. Llegaron en noviembre, justo para enfrentarse al crudísimo invierno de esa zona, sin comida, sin refugios y agotados y enfermos del viaje por mar. Se hubieran muerto todos si no fuera por que los indios de la zona los tomaron bajo su protección. Les ayudaron a construir chozas, les enseñaron qué plantas comer y qué animales cazar y al llegar la primavera les enseñaron a plantar maiz y otras plantas de la zona (las semillas europeas que habían llevado no germinaron).
Cuando se cumplió un año de su llegada, los peregrinos estaban tan contentos de haber sobrevivido el invierno (aún así se murieron como la mitad), que invitaron a los indios a una gran fiesta para darles las gracias. Claro que, como eran fervientes protestantes, también le dieron las gracias a Dios. Y hoy en día queda esto, darle las gracias a Dios, pero nosotras no nos olvidamos de que en realidad le dieron las gracias a los indios.
Así que todos los años, el último fin de semana de noviembre, mi querida esposa y yo invitamos a alguien que ha sido importante en nuestra vida ese año. Les hacemos una cena títpica de Thanksgiving: pavo, puré de patatas, pan de maíz hecho en una sartén, relleno (que va fuera del pavo a pesar de su nombre), confitura de grosellas, castañas y toda la pesca. Antes de comer, nos damos la mano (de da igual que peseis que es cursi) y uno a uno, decimos en voz alta a quién le damos las gracias y porqué.
Solemos empezar por nosotras mismas y después la gente de nuestra familia y después nuestros amigos y vecinos y la gente del curro. Da igual que la persona en cuestión no esté presente.
Os voy a decir una cosa importante: es un ejercicio de humildad y amor decirle a alguien gracias en voz alta y en presencia de otras personas. Para mí, que me eduqué en un entorno en el que demostrar sentimientos era una señal de debilidad, es muy difícil pero al mismo tiempo muy enriquecedor.
Este año doy las gracias:
A mi misma, por trabajar por las cosas que quiero, por iniciar proyectos que me ilusionan desde hace tiempo, como la Red de blogs de familias lgtb, por mantener el Club Arcoiris, por encontrar tiempo para escribir, por insistir en mi trabajo, incluso cuando todo parece perdido.
A mi mujer, por aguantarme, por tomar el relevo cuando no puedo más, por quererme a las duras y a las maduras, por trabajar tanto por nuestra familia.
A mi hija, por darme una oportunidad tras otra de ser buena madre, por quererme sin condiciones, por no ver mis defectos.
A mis amigas de N., por quererme siempre, por muy negativa que esté, y por abrirme su casa constantemente.
A la gente del Club Arcoiris, por acudir a las reuniones, planear locuras futuras, haber venido por primera vez a la marcha del Orgullo y prometerme venir muchas más veces.
A mis amigas de V., por ser como son, sencillamente perfectas, por abrirnos su casa sin pensárselo, por ser las mejores aliadas que podría querer en esta lucha, por prometerme un autobús lleno para el Orgullo que viene.
A vosotras, mis lectoras, y compañeras blogeras de la bollosfera, por los comentarios!!, por participar en la Red, por tener tantas ganas de hacer cosas.
Gracias.