Hace ya semanas que terminamos el curso, pero no he tenido tiempo de escribir. Aquí va:
Lo primero que me ha llamado la atención del curso de preparación para el acogimiento permanente y el acogimiento preadoptivo de niños con necesidades especiales que imparte Meniños es lo diferente que es al curso de preparación para la adopción internacional que imparten los técnicos del IMMF.
El curso del IMMF parecía diseñado para apabullar a los participantes, hacer que se sintieran culpables por su deseo de adoptar y crear en ellos la seguridad de que renunciar a la paternidad y la maternidad biológica les crearía un trauma que acabaría destrozando su familia. Los técnicos del IMMF parecían asumir que todos los presentes eran unos locos insconscientes que no sabían donde se metían, que querían un niño-juguete étnico como el que se compra la Barriguita Piel Roja y que los niños adoptados son seres problemáticos y frustrados que acaban siendo una carga para sus familias y la sociedad. La actitud de los técnicos del IMMF era de superioridad y arrogancia, toda discrepancia por parte de los participantes se achacaba a la falta de madurez de su proyecto de adopción o a ilusiones poco realistas. Todas las personas que participaron en mi curso estaban de acuerdo en que era una formalidad muy pesada que había que pasar (un "aro" más) y que era mejor no decir nada y hacer como si se estaba de acuerdo. Una de las participantes era psicóloga y se llevaba las manos a la cabeza con las barbaridades que decían los técnicos. Otro era un hombre cuyo padre había abandonado a su familia cuando él era niño y un día no pudo más, se levantó y dijo que se sentía insultado. Las mujeres monoparentales que estábamos allí tuvimos que soportar incontables avisos de que la familia que ofrecíamos era inferior y malsana.
Al final, este curso selecciona a los candidatos a adoptar por su cabezonería y no hace nada por fomentar la reflexión sobre la adopción que, estoy de acuerdo, es un proceso complejo y digno de reflexión. Pero con el curso del IMMF nadie reflexiona porque los participantes se sienten tan atacados que se ponen a la defensiva y no quieren ceder ni un ápice de su terreno.
Y luego está el curso de Meniños, una oportunidad fantástica de aprender, discutir, resolver dudas, sentirse acompañado, reforzado y ayudado por profesionales compasivos y respetuosos y conocer a un grupo de gente heterogéneo y valioso. Nos encantó.
Al principio ibamos un poco moscas. Nos habían pedido que lleváramos la comida porque la costumbre es que todos los participantes y los técnicos coman juntos en la sede. Mi pareja tenía miedo de que fuera una cosa en plan Gran Hermano, donde nos observarían interactuar con la gente para detectar comportamientos dudosos ("¡Ajá! se ha comido el último brownie. Comportamiento antisolidario y egoísta. A esa no le damos niño.") Al final resultó que era más práctico así porque había mucho material que cubrir y no querían que la gente perdiera tiempo saliendo y entrando a comer.
La primera sorpresa agradable fue llegar el primer día a la puerta y encontrarnos con una pareja de gays. Francamente, es un rollo ser la única pareja lesbiana en un grupo dominado por las parejas heterosexuales. Una se convierte en una especie de embajadora del lesbianismo y se tiene que enfrentar a todo tipo de preguntas que incluso cuando son sanas, fastidian, aunque sólo sean porque una tiene la impresión de que lleva la vida contestándolas. Pero con una pareja gay la cosa cambia. De pronto ya no somos "las lesbianas" sino Menagana y Fulana, con personalidad propia, y las preguntas se diluyen o directamente pierden sentido porque la vivencia de la homosexualidad en el grupo es de normalidad. La pareja en cuestión nos pareció encantadora, como el resto de los participantes, la verdad. Además, cocinan muy bien.
También nos encontramos allí (qué pequeño es el mundo) con unos amigos de unos vecinos. Nos parecieron una gente estupenda y precisamente ayer les decíamos a los vecinos que nos gustaría quedar con ellos algún fin de semana.
El resto de la gente era bastante variopinta. Había varias mujeres monoparentales y unas cuantas parejas más. Todos eramos muy diferentes, pero me pareció que todos teníamos en común un viaje previo que muy poca gente hace, un viaje desde el sueño del bebé perfecto hasta el sueño del/a niño/a real. Gente con los valores muy bien puestos.
Las técnicas que impartieron el curso eran respetuosas y profesionales. Me sentí muy a gusto y, sobre todo, respetada. Creo que esa es la diferencia principal entre la adopción internacional tal y como yo la viví y la adopción nacional que estoy viviendo ahora: el respeto. Sentí que la gente de Meniños me respeta como persona, como madre y como futura adoptante. Saben que no soy perfecta, pero no buscan perfección, buscan gente real que quiera intentarlo con todas sus fuerzas, que al fin y al cabo es lo único que podemos hacer como padres y madres. Su respeto me impulsó a respetarlas y a escucharlas como no había podido escuchar a los ténicos del IMMF. Y lo que oí fue mucho de lo que ya conocía pero también muchas cosas nuevas, sentimientos y situaciones que jamás había imaginado. Me sentía tan bién con ellas que me permití dudar y expresar mis dudas. Ellas siempre me contestaron con el máximo respeto y con una gran ternura y sentido del humor. Nunca me descalificaron ni descalificaron mi proyecto de adopción cuando no estaban de acuerdo conmigo.
Fueron unos días intensos, de profunda reflexión y aprendizaje. La conclusión es que ahora estamos más preparadas para esta aventura. Y también que nos hemos reafirmado en nuestra decisión: el programa de acogimiento preadoptivo de niños con necesidades especiales es la forma ideal de traer a casa nuestro próximo hijo/a.
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